
Todos los líderes nos beneficiaríamos mucho en seguir el ejemplo de Jesús y buscar dejar un legado como el de Él. Hay varias declaraciones de Jesús que vienen a mente cuando pensamos en esto.
Una de ellas es “Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón” (Mateo 11:29 NTV), y otra es “pero entre ustedes será diferente” (Mateo 20:26 NTV). no sabemos manejar el poder o la autoridad correctamente, normalmente se nos sube y nos trastorna.
Esta segunda declaración fue dicha en el contexto del ejercicio de autoridad y las estructuras de poder. En su excelente sesión titulada “Demoliendo el abismo del poder” Sam Adeyemi habló de esto y mencionó cómo Jesús invalidó y demolió las brechas del poder en el gobierno, la religión, y la sociedad (incluyendo el trato y valor de mujeres y niños).
Aquellos que estaban en autoridad se enseñoreaban de los demás a través de la prepotencia, abuso y egocentrismo. Jesús enseñó y mostró por su ejemplo que el poder y la autoridad deben ser instrumentos de servicio, pero lamentablemente la humanidad ha dejado un rastro de abuso y arrogancia a lo largo de la historia en su ejercicio.
Esto es evidente en nuestros tiempos cuando vemos el nivel de corrupción e injusticia en muchos de nuestros países. Segundo, haríamos bien en evaluar las estructuras del poder en la organización que lideramos y la manera en que manejamos la autoridad.
Es bueno preguntar ¿quién se beneficia aquí? ¿quién es el centro de atención? ¿a qué se parece la estructura de poder, a la de Jesús? Es importante que seamos sinceros en evaluar y contestar, y auténticos en nuestra práctica. La apariencia de algo bueno cuando la realidad es otra afecta nuestra credibilidad e impacto.
¿Qué podemos hacer nosotros cómo líderes? Quiero sugerir tres cosas para nuestra consideración: Primero, debemos de reconocer que las estructuras de poder como normalmente las conocemos no funcionan. Producen abusos, injusticias, corrupción y muchos otros daños. Lamentablemente seguimos encontrando estas estructuras en el gobierno, los negocios, la iglesia y la sociedad en general. Gran parte del problema es que nosotros los humanos no sabemos manejar el poder o la autoridad correctamente, normalmente se nos sube y nos trastorna.
Segundo, haríamos bien en evaluar las estructuras del poder en la organización que lideramos y la manera en que manejamos la autoridad. Es bueno preguntar ¿quién se beneficia aquí? ¿quién es el centro de atención? ¿a qué se parece la estructura de poder, a la de Jesús? Es importante que seamos sinceros en evaluar y contestar, y auténticos en nuestra práctica. La apariencia de algo bueno cuando la realidad es otra afecta nuestra credibilidad e impacto.
Tercero, Jesús nos dice “déjenme enseñarles”; haríamos bien en recibir su oferta y aprender de Él. Necesitamos la gracia y el poder de Dios para poder liderar adecuadamente, y esa necesidad no termina ni con los años, ni con la experiencia, ni con nuestra capacidad o inteligencia. El que hayamos empezado bien no significa que terminaremos bien, debemos dejar que Él nos siga enseñando.
La Biblia cuenta la historia en Juan 2:13-17 que Jesús al ver el abuso en el templo volteó las mesas, se hizo un látigo de unas cuerdas y expulsó a los abusadores. ¿Será tiempo que derribemos estructuras y hagamos cambios?
Escrito por Luis Mellado | Extraído del «Corazón del Líder» Willow Creek