Bill Hybels
Una tarde me detuve junto a la iglesia para alentar a los que estaban ensayando para el musical de primavera. No tenía la intención de quedarme por mucho tiempo, así que estacioné mi automóvil junto a la entrada.
A los pocos minutos regresé a mi vehículo y conduje hacia mi casa. A la mañana siguiente encontré una nota en mi oficina. Decía lo siguiente: «Sólo una pequeña observación. El martes por la noche cuando usted vino al ensayo, se estacionó en el área de prohibido estacionarse.
La reacción de uno de los miembros de mi equipo (quien no lo reconoció a usted sino hasta después de que había salido de su automóvil) fue: He ahí otro tonto que se está estacionando en el área de prohibido estacionarse.
Nos esforzamos mucho en indicarles a las personas incluso a los que trabajan en la iglesia que no se estacionen en ningún otro lugar que no sean las áreas de estacionamiento. Le agradecería su cooperación al respecto». Estaba firmada por uno de los miembros de nuestro personal de mantenimiento.
¿Qué haría usted?
- Si esto le pasara a usted, ¿desestimaría la nota, dejaría de hablarle al encargado de mantenimiento, o le haría una visita iracunda a dicha persona?
- Si usted fuera la persona encargada de mantenimiento, ¿tendría el valor de hacerle notar esto al pastor? ¿Lo podría hacer en el mismo espíritu?
Lo que pasó
Lamento informar que este miembro del personal de la iglesia ya no está con nosotros. Al día siguiente llegó tarde de almorzar y tuvimos que despedirlo. Se tiene que poner el límite en algún momento…
No, estoy bromeando. De hecho, él sigue trabajando con nosotros más que nunca, y se convirtió en una persona de mayor valor para mí porque tuvo la valentía de escribirme acerca de lo que pudo haber sido una falta en mi carácter.
Y dio justo en el blanco. Mientras conducía esa noche había pensado: «no debí estacionarme allí, pero después de todo, yo soy el pastor». Eso se traduce: «soy una excepción a las reglas». Pero ese empleado no iba a permitirme pasar a hurtadillas por el camino rotulado «Soy una excepción».
No soy la excepción para las reglas de la iglesia, ni tampoco lo soy para las reglas en cuanto al sexo o las finanzas, ni soy la excepción para ninguna de las reglas de Dios. Como líder, no soy una excepción; debo ser el ejemplo. De acuerdo con las Escrituras, debo vivir de tal manera que pueda decir: «Síganme. Estaciónense donde yo me estaciono. Vivan como yo vivo».
Esa es la razón por la que todos necesitamos personas como ese miembro del personal de mi iglesia, que nos hagan responsables incluso en lo más mínimo. Porque cuando mantenemos lo mínimo en línea, no tropezamos con lo que es de mayor importancia.
Justo cuando estaba comenzando a pensar: «soy una excepción», alguien se preocupó lo suficiente como para decir: «No lo hagas, Bill, ni siquiera en un aspecto tan pequeño como éste». Eso es amor.
La Cumbre Global de Liderazgo CDMX. 2017