Pastor Luis Gabriel César Isunza
Pablo, el apóstol escribió las siguientes líneas:
“Hermanos, no queremos que desconozcan las aflicciones que sufrimos en la provincia de Asia. Estábamos tan agobiados bajo tanta presión que hasta perdimos la esperanza de salir con vida: nos sentíamos como sentenciados a muerte. Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos.” 2 Corintios 1:8-9 NVI
El liderazgo cristiano nunca estará exento de momentos de dolor o crisis. Si has sido llamado por Dios para servirle, el dolor estará inexorablemente entrelazado entre los tejidos del siervo de Dios.
No hay victoria sin lucha. Como siervos de Dios experimentaremos toda clase de vicisitudes, desde decepciones, perdidas, conflictos, hasta tristezas y dolor.
Por ser siervos, no estamos al margen de las experiencias comunes de la vida.
Con ello algunos pensamos que nuestra capacidad de servir a otros quedará neutralizada y nuestra influencia pulverizada.
Pero la verdad es que hemos sido llamados a liderar desde nuestra posición, ya sea que estemos en la cima, pero también podemos servir en medio de los valles dolorosos de la vida. Ese es nuestro más grande desafío.
De hecho, podemos observar en la Biblia y en la historia de la iglesia un patrón claro de cómo Dios obraba con su pueblo.
Sin importar cuán talentosos o dotados fueran, Dios los dirigía a la humildad antes de usarlos. El autor A. W. Tozer creía que pasar por el dolor es esencial para que cualquier líder llegue a ser moldeable en las manos de Dios.
En uno de sus más famosos libros el escribió, “Es dudoso que Dios pueda bendecir grandemente a un hombre si no lo ha herido profundamente.” Los métodos de Dios pueden variar, pero siempre logra de una manera u otra captar la atención plena de una persona para enseñarle las lecciones más fundamentales de la confianza.
Reconozcámoslo, donde sea que sirvamos, cada uno de nosotros somos una mezcla increíblemente compleja de fortalezas y carencias otorgadas por Dios, objetivos nobles y deseos egoístas, impulso y apatía, desprendimiento y retención, amor y temor.
Si no estamos percatados de las potentes fuerzas que operan debajo de la superficie de nuestras vidas, el dolor nos agarrará desprevenidos y reaccionaremos a la defensiva en vez de con sabiduría y fuerza.
No tengo la menor duda de que cuando nosotros menguamos, Él crece. Cuando lo que sucede a nuestro alrededor es maravillosamente bueno, no hay duda que no fue a través de nosotros, sino “a pesar” de nosotros.
Sería bueno detenernos por un momento para contemplar lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Más allá de nuestra capacidad o poder personal, todo es por medio de Él y para Él.
Mejor no lo pudo expresar Pablo, hablando del “trabajo” no “para el Señor”, sino “en el Señor”, no es en vano. No es en nuestras fuerzas limitadas, sino en su inigualable poder lo que hace que el trabajo sea efectivo y eficiente. Nuestra completa dependencia de él, aún en medio del dolor, hará la diferencia.
“Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.” 1 Corintios 15:58 NVI
¿Será que estás atravesando por un momento complicado o difícil en tu liderazgo? Te animo a tomar fuerzas de Aquel que lo dio todo por ti, Jesucristo el Señor.
Por esa misma razón Pablo animó a Timoteo a abastecerse de la única fuente perenne que tenemos en la vida:
“Así que tú, hijo mío, fortalécete por la gracia que tenemos en Cristo Jesús.” 2 Timoteo 2:1 NVI
La Cumbre Global de Liderazgo en PIB Satélite. 2019